Dicen que los ideales sirven para caminar. Y lo cierto es que pueden orientar la dirección de nuestros deseos. En este sentido puede ser rico desentrañar el contenido de nuestras idealizaciones.
¿Cuál es mi ideal de felicidad?
¿Cómo es mi amor ideal?
¿A qué me dedicaría idealmente? etc. Responder a estas preguntas, puede darnos pistas para averiguar por dónde va nuestro deseo en el momento presente. La clave, eso si, es hacer esto siendo conscientes de que estamos FANTASEANDO con un IDEAL, algo en sí mismo inalcanzable en su sentido literal. Como con casi todo, la conciencia marca la diferencia.
De otro lado, parece que los ideales también sirven para la "fuga por desconexión". Mientras idealizamos, muy "en la tierra" no estamos, más bien andamos en el territorio de la ensoñación. De hecho, cuando idealizamos desarrollamos una "percepción selectiva": Vamos, que vemos básicamente lo que queremos ver. Lo bueno es buenísimo y lo malo, o no existe o tiene justificación. Mientras idealizamos no vemos, ensoñamos. Nos perdemos a las personas que tenemos delante, las experiencias y sensaciones reales. Mientras idealizamos no oímos, no saboreamos. Mientras idealizamos nos perdemos la vida, el camino, los procesos y sobre todo, nos perdemos a nosotrxs mismxs.
Dice Y.R.M. en "La alegría de la vida":
Una vez me deshice de mis ideas sobre cómo debían ser las cosas, pude liberarme para responder a mi experiencia tal como era y tal como yo era, allí y entonces.
Entonces, si al idealizar nos "fugamos" de lo que Es, ¿qué tiene la realidad para que nos escapemos de ella? ¿O qué no tiene?
¿Lo hacemos porque no la podemos/queremos “sostener” o simplemente nos fugamos de lo real idealizando por automatismo, por costumbre?
¿Reproducimos de forma automática nuestras idealizaciones infantiles?
Este es un tema fascinante. Habrá más.
*Suena “For the Lady” Ramon Mirabet
*Imagen: Nerea Sanchez Recuenco.
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