DE LA ADAPTACIÓN A LA AUTENTICIDAD: EL PODER DEL AUTOCONOCIMIENTO
- Edurne Baeza San Martín
- hace 5 días
- 2 Min. de lectura
Crecemos como podemos. Nos adaptamos y desarrollamos formas de estar en el mundo que nos permiten sobrevivir en los entornos familiares y sociales en los que nacimos. Pero que algo nos haya servido para sobrevivir no significa que sea lo más amable, sano o coherente con nuestra verdadera naturaleza.

Hacemos lo que podemos con lo que tenemos. Esa es la verdad. Y eso está bien.
Sin embargo, cuando llegamos a la adultez, algo cambia. Se nos abre la posibilidad de mirar con conciencia, de darnos cuenta. Y con esa conciencia llega un doble regalo: la libertad… y la responsabilidad.
La libertad no nos la da nadie. Nadie va a venir a concedérnosla. Ya somos adultas. Nos toca a nosotras conquistarla. La buena noticia es que no tenemos que hacerlo solas: podemos buscar apoyo, guía, acompañamiento. Pero el camino, en última instancia, es propio.
Pongamos un ejemplo. Quizá durante mi infancia aprendí que no debía molestar con mis sentimientos o necesidades. Tal vez, cada vez que los expresaba, era corregida, reprendida o ignorada. Entonces, sin saberlo, empecé a reprimir, a callar, a disimular, incluso a desconectarme de lo que sentía. Me protegí como pude. Pero que haya aprendido a reprimir, no significa que lo que sentía no fuera válido. Solo significa que a las personas que me rodeaban les resultaba demasiado difícil sostener mi mundo emocional. No supieron, o no pudieron, acompañarme como yo necesitaba.
Hoy, sin embargo, desde mi adultez y mi conciencia, puedo hacerme cargo. Puedo aprender a reconocer mis emociones y necesidades como legítimas. Puedo desmontar ese viejo mandato aprendido y empezar a relacionarme conmigo desde un lugar más respetuoso, amable y desde luego acorde con mi verdad. Puedo sostenerme, acoger lo que hay en mí, ser quien soy, con dignidad y amor. Permitirme ser auténticamente. Aceptarme. Tratarme con cuidado. Maternarme, paternarme. Sentirme en paz conmigo y así, en la vida. Eso es plenitud.
Ser conscientes de lo que nos faltó o lo que nos sobró en la vida, nos permite transformar nuestra realidad. Cuestionar creencias limitantes que absorbimos sin filtro, nos abre a algo más grande: recuperar la autenticidad que no pudimos desarrollar. Espacios de nosotras mismas que quedaron en pausa, pueden hoy florecer.
Este es un proceso que, sin duda, merece la alegría: conocernos para cuidarnos, reconocernos para vivir en paz.
Comments