Empecé mi proceso terapéutico personal hace ya muchos años. Sufría. Había desarrollado una tremenda coraza, con la que me defendía de un mundo que percibía hostil. Agradezco esta coraza que desarrollé sin ser consciente y que me ayudó a manejarme como me fue posible en mis circunstancias. Vivía muy asustada y no lo sabía. Mi estado más habitual era el enfado. Estaba aterrorizada y permanentemente alerta y en defensa. Esto es agotador física y psicológicamente. Para una misma y el entorno. No era consciente. Solo sabía que sufría y que quería dejar de vivir así.
Mi proceso terapéutico, me aportó un sostén seguro, dónde poder ver mi coraza, entender sus por qué y cómo es que esto fue así. También me permitió reconocer que bajo esas bestias defensas, había muchísima tristeza, dolor, miedo, profunda inseguridad, confusión, indefensión… Y muy poco a poco, pude habitar todo esto. Y esta parte del camino, es bien difícil. La vulnerabilidad. Solo atesorando cierta fuerza interna, se puede sostener el temblor, el terror, la fragilidad, el profundo dolor… Y solo, atravesando estos, nuestros infiernos más temidos, sanamos.
La perspectiva de los años, me permite ver, el camino. Del endurecimiento al quiebre.
Ahora, puedo ver un poco más. Tras mi capa dura, está la quebrada. Tras la quebrada, estoy entera, enteramente serena, ligera y feliz. Estoy en una fuerza delicada, clara, amorosa, sencilla.
Todo esto está en mí. Mi coraza y mi quebrada. Mi luz y mi amor. Esto último, está en la base. Esto no es lo que soy, esto es lo que somos. Es un lugar común. Es lo que queda cuando nos vaciamos. Claridad y amor. O nada, una nada llena de presencia de la que brota, genuina la alegría que sabe de sí.
Cuando experimentamos esta claridad y amor base, el deseo genuino es compartir.
La cosa va de perder.
Quizás, nunca llegamos a perder del todo nuestras negatividades y engaños, pero aligeramos profundamente la carga y gozamos de mayor felicidad, libertad y paz. También nuestro entorno.
Si quieres, yo te acompaño 🤍✨🦋
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